La revista Prisma ha dedicado un reportaje a Zakary Paine, a cuento del recital callejero del pasado lunes, "Tráete la silla", y a la edición de su The Death Del Oso, junto a Alberto García-Teresa, autor de Peripecias de la Brigada Poética en el reino de los autómatas.
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Poesía contra el apocalípsis
El poeta estadounidense Zakary Paine se hace pasar por un difunto en su último libro y entiende que los versos son un buen arma “para luchar contra el fin del mundo”.
Lo primero que te sorprende de Zakary
Paine es su envergadura: 1,90 de altura y 130 kilos. Acto seguido, no
sabes qué es más extraño; si su camiseta que reza “Yo” y un corazón
acorde con su tamaño; su acento o lo que dice: “Hola, soy Zacarias, un
hijo de Utah. Espero que os gusten los versos que os voy a recitar esta
tarde”. Así se presentó en la plaza de Juan Puyol de Madrid para su
primer recital callejero como hombre casado, junto con su editor Alberto
García-Teresa Agete, también poeta. Bueno, también no, porque,
como el propio Zacary dice, él no es un poeta, sino “un ladrón, un
chorizo callejero”. Aún así, acaba de sacar “The death del oso. Antología poética de un inexistente”
(Editorial Umbrales, 2012), un libro en el que reúne sus obras
publicadas, una en Lima y otra en Madrid. En el prólogo un amigo del
“ladrón” cuenta su historia: cómo llegó a Madrid , se enamoró de la
lengua española y de la ciudad y cómo empezó a escribir en español,
hasta que un momento dado deja de saber de Zak: el poeta de Utah se
‘hace el muerto’ en su propia obra. “Es que soy muy amigo de mí mismo”,
explica el propio Zakary en tono serio; “pero lo que cuento es verdad,
vine de misionero a Madrid [es mormón] y cuando volví a Utah deje los
estudios de medicina, empecé a estudiar español y, en cuanto pude volví a
Madrid”. Ahora está terminando una tesis sobre la relación entre la
filosofía y la poesía en la Universidad Complutense de Madrid.
Lo
que tanto el “hijo de Utah” como Agete dejan claro es que ambos aman la
cultura y la poesía en especial y forman parte de un movimiento
denominado Brigada Poética. “Todo el mundo que quiera hacer algo con la
poesía es parte de la Brigada”, explican. Dentro de la acción de este
grupo armado de estrofas, están los recitales callejeros como el que
celebraron en la plaza del barrio madrileño de Malasaña, en el que
repartieron globos a los asistentes y les dijeron: “La poesía, como los
globos, necesita aliento para crecer y leerse mejor”. Cuando los oyentes
soplaron sus globos en ellos estaban escritos versos: “Todos
distintos”. Durante casi una hora se van alternando para leer distintos
poemas, algunos ya publicados, otros no. Solo se paran cuando pasa un
coche o cuando preguntan, sin éxito, si alguien quiere leer algo propio.
Desde versos de amor, como los dos primeros que le dedica Zakary a su
mujer, hasta versos políticos en los que se cantan las acciones de la
Brigada Poética, como alterar un fotomatón para que en lugar de
fotografías dispense poemas acordes con cada cliente.
“Mucha gente escribe poesía y la deja en
un libro”, asegura Zak; “yo sé que mi obra [también hace sus pinitos en
las artes plásticas] no se expondrá en ningún museo o galería, toda mi
obra es bastarda. Por eso, quiero sacarla a la calle, para interactuar
con la gente”. La mayoría de sus poemas son de amor, pero no
necesariamente de mujeres: “Sí, en mis versos hablo de muchas mujeres.
Andando por la calle, una simple mirada te puede inspirar. Pero, para
mí, la ciudad de Madrid ha sido la mujer de mi vida y para ella son
muchos de mis poemas”. Otros son políticos, como el que cuenta cómo
estuvo
45
minutos retenido en el aeropuerto de Barajas tras un vuelo desde Bogotá
porque, según cuenta, dijo en el control de pasaportes que se dedicaba
“a estudiar poesía”. “Soy un privilegiado por tener un pasaporte azul
que pone USA”, reconoce. Pero, acto seguido se lamenta: “Lo triste es
que varios amigos míos que han hecho el mismo viaje que yo, por los
requisitos que pedían para entrar, en España o EE UU, han tenido
multitud de problemas”.
Toda su poesía destila un cierto grado
de pesimismo. “Escribo cuando estoy triste”, asegura; “es gracioso,
porque escribo mucho de la muerte, pero soy super positivo”. Pero en sus
versos políticos hay, además, un tono de enfado. “Reconozco que soy una
persona violenta”, añade con toda la tranquilidad del mundo. “Me gusta
la violencia, pero solo en ciertos momentos”. Uno de esos momentos es
cuando salta a un campo de rugby,
en el que cualquiera que le vea pensaría que es imposible que escriba
poemas de amor. “El rugby y la poesía son muy parecidos porque en ambos
tienes que poner mucha pasión y si no se hace con todo el corazón lo
acabas haciendo mal”, se defiende; “pero, en realidad, soy 100%
romántico, y creo en el amor eterno, somos más de lo que es esta vida y
el amor perdura”.
Ya está preparando su siguiente obra, en
la que incluirá sus primeros poemas enteramente en inglés: “Al
principio quería demostrar que podía escribir en español y bloqueaba
todos los pensamientos en mi otra tongue. Ahora que me defiendo
bastante bien, me doy más libertad para pensar en inglés y sale mi voz
más natural”. Cuando se le pregunta qué van a hacer sus amigos cuando se
muera, ya que ya ha publicado su propia antología póstuma, no duda y
responde: “A lo mejor ya he dejado de existir y soy el sueño de un
perro, pero por otro lado lo hacemos todo por dinero y son pocos los
artistas que tienen dinero antes de morir, así que antes de casarme me
dije: ‘Me voy a matar para tener la posibilidad de tener algo de
dinero”. Mientras tanto, y una vez casado, él seguirá escribiendo,
porque para Paine la poesía es un buen arma “para luchar mientras llega
el fin del mundo”.
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